CREDO DEL NARRADOR ORAL
Por Francisco Garzón Céspedes
Creo
en el cuentero, todopoderoso, como memoria viva del amor, y creo en su hijo, y
en el hijo de su hijo, y en el hijo del hijo de su hijo porque ellos son la
estirpe de la voz, los creadores de la tierra y del cielo de las voces, la voz
de voces.
Creo en el cuentero, concebido en los espejos del agua,
nacido humilde, tantas veces negado, tantas veces crucificado, pero nunca
muerto, nunca sepultado, porque siempre resucitó de entre los vivos
congregándolos para ser chamán, griot, fabulador, contador de historias, juglar.
Creo
en la magia que a la entrada de las cavernas prendió inapagable el primer fuego
y reunió como estrellas el asombro, el temblor, la fe.
Creo
en el cuentero que, desde los tiempos de la tribu, a todos antecedió para
alcanzarnos porque es.
Creo
en sus mentiras fabulosas que esconden fabulosas certezas, en el prodigio de su
invención que vaticina realidades insospechadas, y es que creo en la fantasía
de las verdades y en las verdades de la fantasía, por eso...
Creo
en las siete leguas de las botas, en la serpiente que antes fue inofensiva
gallina y en el gato único en el mundo, aquel gato que al maullar lanzaba
monedas de oro por la boca.
Creo
en los cuentos de mi madre, como mi madre creyó en los cuentos de mi abuela,
como mi abuela creyó en los de mi bisabuela, y recuerdo la voz, la voz, la voz
que me contaba para alejar la enfermedad y el miedo, la voz que recordaba los
tres consejos atesorados por la madre para despedir al hijo: “Nunca dejes
camino real por vereda.” “Nunca hagas de noche aquello de lo que te puedas
avergonzar por la mañana.” Nunca partas por la primera.”
Creo
en los derechos del niño a escuchar cuentos, y es más, creo en los derechos de
los adultos a volver a escuchar los cuentos que poblaron su niñez, y es más,
creo en los derechos de los adultos desde siempre y por siempre a escuchar
cuentos, otros, nuevos cuentos.
Creo
en el gesto del que cuenta, porque en su mano desnuda, despojadamente desnuda,
está el conejo.
Creo
en el tambor de Redoblante, porque qué hubiera sido del mundo si no se inventa
el tambor, si la poesía no reinventara el mundo dentro de nosotros, si el
cuento al improvisar el mundo no lo reordenara, si el teatro no develara la
ceremonia secreta de las máscaras.
Y
por eso, porque creo, narro oralmente.
Soy
el que ve más que sus ojos, porque veo con los ojos jamás ciegos de los
personajes de mis cuentos, y es que, cuando cuento, me vuelvo transparente como
el cristal.
Porque
soy, soy el pequeño príncipe bienaventurado, ¿y por qué no?, el zorro que habla
lenguas humanas.
Porque
soy, soy el joven trovador que descifra el tiempo, ¿y por qué no?, la anciana
princesa a la que esperanzado ama (ellos saben que alguna vez tendrán la misma
edad).
Porque
soy, soy la alegría que uno de los cazadores ve sola en el lago, ¿y por qué
no?, soy la tristeza que (a los ojos del otro) es su doble.
Porque
creo soy cada uno de los tres hermanos holgazanes que aguardan alguien muerda
por ellos las guayabas. Pero también soy el viejo campesino a quien únicamente
detiene el arco iris.
Y
aunque no lo sé todo (no sé, por ejemplo, quién salió por la puerta, si la dama
o el tigre), el amor me permite adivinar debajo de los descoloridos ropajes de
la fealdad el rostro librado de todo mal de la hermosura.
Y
es que creo.
A partir do link: http://www.sabersinfin.com/poemas-mainmenu-95/poemas-para-reflexionar/1244-credo-del-narrador-oral.html
Nenhum comentário:
Postar um comentário