sexta-feira, 20 de março de 2015

CREDO DEL NARRADOR ORAL

CREDO DEL NARRADOR ORAL
Por Francisco Garzón Céspedes
Creo en el cuentero, todopoderoso, como memoria viva del amor, y creo en su hijo, y en el hijo de su hijo, y en el hijo del hijo de su hijo porque ellos son la estirpe de la voz, los creadores de la tierra y del cielo de las voces, la voz de voces.
Creo en el cuentero, concebido en los espejos del agua, nacido humilde, tantas veces negado, tantas veces crucificado, pero nunca muerto, nunca sepultado, porque siempre resucitó de entre los vivos congregándolos para ser chamán, griot, fabulador, contador de historias, juglar.
Creo en la magia que a la entrada de las cavernas prendió inapagable el primer fuego y reunió como estrellas el asombro, el temblor, la fe.
Creo en el cuentero que, desde los tiempos de la tribu, a todos antecedió para alcanzarnos porque es.
Creo en sus mentiras fabulosas que esconden fabulosas certezas, en el prodigio de su invención que vaticina realidades insospechadas, y es que creo en la fantasía de las verdades y en las verdades de la fantasía, por eso...
Creo en las siete leguas de las botas, en la serpiente que antes fue inofensiva gallina y en el gato único en el mundo, aquel gato que al maullar lanzaba monedas de oro por la boca.
Creo en los cuentos de mi madre, como mi madre creyó en los cuentos de mi abuela, como mi abuela creyó en los de mi bisabuela, y recuerdo la voz, la voz, la voz que me contaba para alejar la enfermedad y el miedo, la voz que recordaba los tres consejos atesorados por la madre para despedir al hijo: “Nunca dejes camino real por vereda.” “Nunca hagas de noche aquello de lo que te puedas avergonzar por la mañana.” Nunca partas por la primera.”
Creo en los derechos del niño a escuchar cuentos, y es más, creo en los derechos de los adultos a volver a escuchar los cuentos que poblaron su niñez, y es más, creo en los derechos de los adultos desde siempre y por siempre a escuchar cuentos, otros, nuevos cuentos.
Creo en el gesto del que cuenta, porque en su mano desnuda, despojadamente desnuda, está el conejo.
Creo en el tambor de Redoblante, porque qué hubiera sido del mundo si no se inventa el tambor, si la poesía no reinventara el mundo dentro de nosotros, si el cuento al improvisar el mundo no lo reordenara, si el teatro no develara la ceremonia secreta de las máscaras.
Y por eso, porque creo, narro oralmente.
Soy el que ve más que sus ojos, porque veo con los ojos jamás ciegos de los personajes de mis cuentos, y es que, cuando cuento, me vuelvo transparente como el cristal.
Porque soy, soy el pequeño príncipe bienaventurado, ¿y por qué no?, el zorro que habla lenguas humanas.
Porque soy, soy el joven trovador que descifra el tiempo, ¿y por qué no?, la anciana princesa a la que esperanzado ama (ellos saben que alguna vez tendrán la misma edad).
Porque soy, soy la alegría que uno de los cazadores ve sola en el lago, ¿y por qué no?, soy la tristeza que (a los ojos del otro) es su doble.
Porque creo soy cada uno de los tres hermanos holgazanes que aguardan alguien muerda por ellos las guayabas. Pero también soy el viejo campesino a quien únicamente detiene el arco iris.
Y aunque no lo sé todo (no sé, por ejemplo, quién salió por la puerta, si la dama o el tigre), el amor me permite adivinar debajo de los descoloridos ropajes de la fealdad el rostro librado de todo mal de la hermosura.
Y es que creo.

A partir do link: http://www.sabersinfin.com/poemas-mainmenu-95/poemas-para-reflexionar/1244-credo-del-narrador-oral.html

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